“En
el futuro todas las empresas serán sociales.”
Arve
Thorvik
Director
WBCSD
En
el año 1776 Adam Smith describió la magia de la mano invisible de la siguiente
manera: “Nuestra cena no proviene de la benevolencia del carnicero, ni del
cervecero, ni del panadero, sino que es el producto de perseguir sus intereses
particulares.” Smith señalaba que el libre mercado y el interés personal,
egoísta y codicioso, era la gran fuerza que conduciría al bien común.
Las
ideas de Adam Smith y sus fuerzas auto-reguladoras
del mercado tienen cada vez menos partidarios. Más convincentes son hoy las
ideas de Karl Polanyi quien desafió la noción de la fuerza auto correctiva de
los mercados y argumentó que políticas de libre mercado pueden destruir las
normas sociales y descomponer la sociedad. Alan Greenspan, máximo defensor de
las leyes del mercado, y ex Director de la Reserva Federal, ha reconocido las
fallas del sistema de libre mercado: “Cometí un error al presumir que el interés
particular de las organizaciones, específicamente de los bancos, era capaz por
sí solo de proteger su patrimonio y sus accionistas.”
Si bien la humanidad ha
avanzado en muchos aspectos gracias a la innovación y eficiencia propias del
capitalismo, este deja un grave daño colateral: produce grandes desigualdades. Lo dijo Thomas Piketty, autor del famoso libro, Capitalismo en el Siglo XXI, en palabras simples: “cuando la tasa
de rendimiento del capital es mayor que la tasa de crecimiento económico lo que
resulta es concentración de riqueza.” Piketty demuestra que la desigualdad no
es un accidente, sino una consecuencia propia del capitalismo.
Ya
nadie se atreve a refutar los males que factura la desigualdad. Para empezar,
los países más desiguales crecen menos y por períodos más cortos. La desigualdad
destruye cohesión social, perpetúa la disparidad de oportunidades, y tiende a concederle a los ricos
desproporcionado poder y control sobre la vida de los demás. Además, desde el
punto de vista moral, la desigualdad es inaceptable. Cómo podemos justificar
que un niño de un hogar de altos ingresos tenga acceso a mejor nutrición y educación
que un niño de en un hogar bajos ingresos?
Piketty
sugiere establecer un impuesto global a la riqueza hasta del 2% del patrimonio
y una tasa de impuesto de renta progresiva hasta del 80% para los más ricos.
Los enemigos de la solución de Piketty señalan que estos impuestos desestimularían
la inversión privada. También habría que ver es si los dineros de estos
impuestos ampliarían cobertura y calidad de programas sociales, o si quedarían
atrapados en burocracia, politiquería y corrupción. Lo cierto es que los
gobiernos no disponen de los recursos ni de la capacidad para garantizar el goce
efectivo de los derechos de sus ciudadanos.
Ante
esta realidad, un número cada vez grande de pensadores, investigadores,
emprendedores y trabajadores comunitarios han propuesto un nuevo capitalismo para cambiar la forma como enfrentamos los
problemas sociales y ambientales. El concepto que se está convirtiendo en una
verdadera revolución se conoce como emprendimiento
social, y sintetiza muchas de otras ideas que han surgido recientemente como
capitalismo consciente, inversión social privada, filantrocapitalismo,
capital paciente y valor compartido.
El emprendimiento social se basa en la idea de que todas las empresas, además
de utilidad financiera, deben demostrar verdadero impacto social y ambiental. En
el futuro, los límites entre los social y lo privado se desdibujarán. Las
empresas privadas tendrán que incorporar logros sociales debidamente
certificados en sus balances; a su vez, las fundaciones y empresas sin ánimo de
lucro deberán ser financieramente auto sostenibles.
El
emprendimiento social no es
filantropía ni responsabilidad social empresarial. Las empresas sociales miden los objetivos sociales y ambientales con el
mismo rigor que los financieros. Las tres mega tendencias que impulsarán el
nuevo paradigma son: a) la capacidad que tenemos de cuantificar efectivamente el
impacto social y ambiental de una organización, b) el surgimiento de una nueva
filantropía que invierte únicamente en empresas privadas con impacto social, y c)
el crecimiento sin precedentes de un mercado de clientes conscientes que
rechazará productos y servicios de empresas que no sean ambiental y socialmente
competentes.
La
mano invisible y el crecimiento económico han calentado peligrosamente el
planeta y han dejado a demasiada gente atrás. Una ruptura del sistema actual mejoraría las oportunidades de vida para más de mil millones de personas atrapadas en la
pobreza extrema y evitaría mayor deterioro al medio ambiente. Es el comienzo del fin de la estructura de mercados promovida desde el
siglo XVIII por Adam Smith, y el principio de un nuevo orden socio-económico
mundial: una mano muy visible llamada emprendimiento
social.
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