“El núcleo de la moral es la buena voluntad,
que se distingue del mero cumplimiento de
los deberes.”
Leo Strauss
Las personas que viven en situación de pobreza extrema están atrapadas
en una dinámica que solo obedece al imperativo de la subsistencia y de la
inmediatez; su existencia se desenvuelve dentro de una trampa de la cual es muy
difícil liberarse. Dentro de ella el tiempo no es un aliado, las cosas no
tienden a mejorar con los días, y la esperanza de una vida mejor es infinitamente
lejana. Para ellos, su situación no es solo crónica, sino que aprisiona también
a las generaciones futuras, obligándolas, incluso, antes de su advenimiento, a
soportar una condena similar.
Tradicionalmente
se ha visto la pobreza desde una perspectiva económica circunscrita dentro de
la dimensión de ingreso monetario. No debe sorprender, es así como
sistemáticamente e históricamente la pobreza se ha medido. Durante décadas el
Banco Mundial y otras organizaciones multilaterales han establecido umbrales
para medir y comparar la incidencia de la pobreza. Por ejemplo:
internacionalmente se ha determinado que pobres extremos son todas aquellas
personas con ingreso promedio diario por debajo de US$1,25.
Sin
embargo, la pobreza extrema no tiene causa única. Su razón de ser no obedece sólo
a bajos ingresos. Tampoco obedece exclusivamente a falta de agua potable,
vivienda o educación. Algunas de sus causas tienen orígenes culturales, y
muchas veces costumbres ancestrales.
Desafortunadamente,
las soluciones de los gobiernos, empresas privadas y organizaciones de la
sociedad civil suelen ser unidimensionales, poco articuladas entre sí. Como
resultado, millones de ciudadanos siguen privados de servicios básicos y vidas
dignas.
Muchas esperanzas están puestas en los emprendedores
sociales quienes entienden la pobreza como un fenómeno multidimensional, y
saben que sus causas obedecen a la interrelación de muchos factores. Ellos y
ellas buscan soluciones innovadoras a los problemas y reconocen la activa participación
comunitaria como elemento clave para el avance social.
Las
organizaciones que crean los emprendedores sociales utilizan herramientas del
sector privado para adelantar sus objetivos. Por lo general, desarrollan modelos
de alto impacto social (o ambiental) y financieramente viables que puedan
alcanzar gran escala. Ellas no recurren al asistencialismo tradicional; en vez,
utilizan fuerzas del mercado para enfrentar los problemas más difíciles de la
humanidad.
Sabemos
que el Estado no es capaz de garantizar el goce efectivo de los derechos de los
ciudadanos más pobres y que no hay soluciones mágicas para superar la pobreza.
También sabemos que el desarrollo requiere coaliciones entre los diferentes
actores de la sociedad, una activa participación de los emprendedores sociales,
y sistemas o plataformas inter sectoriales efectivos para coordinar los esfuerzos
de los diferentes sectores. Estas plataformas deben ser proveídos por los
gobiernos regionales y locales, aprovechando el músculo de la política pública.
Lograr
un nuevo equilibrio social requiere humildad, reconocimiento de los demás y voluntad
para la construcción colectiva. En pocas palabras, se requiere transparencia
intelectual y voluntad moral, valores no tan comunes en nuestro medio. Todavía
nos falta entender que es más importante impactar que figurar.
Mientras
tanto, se alejan las posibilidades de una vida digna y justa para los más
desposeídos y excluidos del Caribe Colombiano.
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