Dignidad en la Lucha contra la Pobreza
Privar a los más pobres de
libertad para elegir,
es atropellar su dignidad
individual y colectiva.
Jaqueline Novogratz
La pobreza[1]
no es un fenómeno nuevo. Nos ha acompañado desde los comienzos de la humanidad.
Para no ir demasiado lejos, se estima que en el año 1800 80% de la población,
unas 800 millones de personas vivían bajo condiciones de pobreza. Hoy existen unas
2400 millones de personas en esa condición, aproximadamente 32% de la población
mundial. En término relativos la pobreza
se ha venido reduciendo considerablemente desde la revolución industrial, pero
por culpa del crecimiento demográfico solo muy recientemente se ha comenzado a
reducir el número de personas viviendo en esa condición.
No
hay consenso sobre las causas y las soluciones a la pobreza; es una
problemática que ha generado los debates y controversias más interesantes de
nuestro tiempo. La preocupación sobre la pobreza tiene una larga tradición:
diversos factores, como ideología, valores, dogmas, estereotipos y técnicas de
investigación, han llevado a los estudiosos a proponer diferentes soluciones al
problema de la pobreza. En el siglo IV a.C. el filósofo griego Aristóteles
creador de la lógica definió la democracia como el gobierno de los pobres. Se
basó en la idea de que la democracia es el gobierno de los muchos, y si muchos
son los pobres y pocos son los ricos, la democracia tiene el poder redistributivo
de la riqueza. Según Aristóteles, en una verdadera democracia las oligarquías
perderían sus privilegios en pro del bienestar de la mayoría.
Por
su parte, el reconocido pensador chino. Confucio (551 a. C. - 479 a. C.), anotó
que los principales deberes del
hombre de gobierno son
amar al pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los
medios necesarios para la vida cotidiana.
Para Confucio, la caridad, la
justicia, el respeto, la tolerancia y la bondad son elementos claves para que
una sociedad viva en armonía. Para Confucio, “donde hay justicia no hay
pobreza.”
En Occidente durante el periodo de la Ilustración, el filósofo y
economista escoces Adam Smith (1723–1790) señalaba que el libre mercado y el
interés personal, egoísta y codicioso, era la gran fuerza que conduciría al
bien común. En general, Adam Smith fue silencioso ante la posibilidad de
asistencia estatal a los pobres; pero fue incisivo sobre las consecuencias
morales del desarrollo industrial urbano sobre la población más pobre.
A mediados del siglo pasado el
historiador y economista húngaro Karl Polanyi afirmó que el capitalismo
desmedido había dado lugar a una sociedad extravagante en la cual la
prosperidad no llegaría con profundidad y alcance. En otras palabras, por la
vía del capitalismo el bienestar no llega a la vida cotidiana de la mayoría de
la gente. Le preocupaba que al ver pocos resultados en materia distributiva, el
capitalismo proponía más de lo mismo: todavía más mercado y menos estado.
Jeffrey Sachs, uno de los economistas más reconocidos de la actualidad, ha
argumentado que la pobreza extrema se puede erradicar antes de 20 años. Un elemento
clave para Sachs es aumentar la asistencia oficial al desarrollo. Sachs propone
mejorar semillas, riego y fertilizantes para incrementar los ingresos de los pequeños
agricultores, y así reducir significativamente la pobreza. Sachs ha sido
criticado por las corrientes de izquierda por plantear un enfoque
exageradamente neo liberal al desarrollo.
Otro destacado economista, C.K. Prahalad, propuso que las empresas dejen de ver a los
pobres como víctimas para empezar a verlos como consumidores que demandan valor
acorde a sus necesidades. Prahalad exploró nuevos modelos de negocios
orientados a proveer bienes y servicios a los más pobres, resaltando que los
mercados de mayor crecimiento en el mundo eran aquellos de la base de la
pirámide.
Por su lado, Amartya Sen, ganador
del premio Nobel de economía en 1998, ha insistido que las hambrunas persisten
no por falta de alimentos, sino por inequidades en los mecanismos de
distribución. Según Sen, la expansión económica urbana suele aumentar los precios
de los alimentos empobreciendo a los trabajadores rurales. Para Sen los
derechos entran en un vacío porque no garantizan acceso. Los ciudadanos tienen
la posibilidad de elección solo cuando se eliminen estas barreras.
Otro
premio Nobel (2006), Mohammed Yunus, economista y banquero Bangladeshí, ha sido
mundialmente reconocido por el desarrollo de las micro finanzas. Para Yunus el
micro ahorro, el micro seguro y el micro crédito ayudan a potenciar las
capacidades de las familias más pobres. Los contradictores de Yunus argumentan
que no todos los pobres son emprendedores por lo cual el crédito corre el
riesgo de ser poco efectivo.
Por su lado, el economista peruano
Hernando De Soto, ha insistido en la titulación de tierras. De Soto señala que ningún
país puede tener una economía de mercado sin derechos de propiedad e
información económica rigurosa. Cuando la actividad económica es informal, se
vuelve difícil obtener crédito, acceder a la justicia o crecer. La falta de
información reduce la posibilidad de los gobiernos de cobrar impuestos y
realizar su labor redistributiva.
Ester
Dufló, la respetada economista e investigadora del Massachussetts Institute of
Technology (MIT), insiste que personas que viven bajo situación de pobreza con
frecuencia toman malas decisiones sobre sus vidas. Los pobres cometen errores
básicos algunas veces por razones económicas y otras por razones sicológicas. Dufló
argumenta que la lucha contra la pobreza puede ser ganada pero requiere mucha
paciencia y la disposición para aprender de la evidencia a través de
experimentación sistemática.
En la
otra orilla del pensamiento, aparece el economista británico, David Hulme, para
quien la idea más básica es la más radical y poderosa: ‘solo entréguele dinero a
los pobres.’ Hulme desafía el montaje asistencialista de los gobiernos y las
ONG’s, las cuales, según el, se nutren de complejidades y enredos, y propone
dejar a los pobres decidir que hacer con el dinero. Hulme asegura que
transferencias monetarias entregadas masivamente transforman vidas. Países como
México, Brasil, Colombia, Sudáfrica e Indonesia han demostrado que, por lo
general, las personas que reciben dinero lo utilizan inteligentemente, es
decir, envían a sus hijos a la escuela, empiezan un pequeño negocio y alimentan
a sus familias.
Otro
gran economista, Joe Stiglitz, ha orientado su crítica a la receta del Fondo
Monetario Internacional (FMI). Según Stiglitz, se ha dependido demasiado en el
crecimiento de la economía. El Estado debe ir más allá de determinar las
reglas; debe regular mucho más y tomar medidas que promueven mayor competencia
y fortalezcan las pequeñas empresas. Stiglitz defiende un rol más constructivo
y catalítico del Estado, al estilo Asiático.
Uno
de los críticos de la forma como tradicionalmente desde Occidente se ha
abordado el desarrollo es William Easterly, profesor de la Universidad de Nueva
York. Easterly reprueba duramente a Sachs y otros proponentes de la asistencia
oficial convencional, presentando evidencia estadística sobre países que se han
desarrollado sin necesidad de la ayuda consabida. Según Easterly, la asistencia
oficial al desarrollo perpetúa los gobiernos corruptos, derrocha dinero y no
resuelve nada.
Para
Easterly, el desarrollo no es algo que “nosotros imponemos sobre los demás.” La
pobreza no se combate con grandes planes impuestos desde arriba, sino partiendo
de las mismas comunidades, escuchando a los beneficiarios y escalando
soluciones que ellos mismos originan. Easterly señaló: “El fin de la pobreza no
llegará gracias a programas de asistencia, sino producto del dinamismo de
individuos y de empresas.”
En
los últimos años, filántropos como Bill Gates, han sugerido que parte de la
solución a la pobreza radica en hacer que las empresas alineen la búsqueda de
las ganancias con la idea de servir a los más pobres. Es decir, a las empresa
les puede ir mejor haciendo el bien. Para Gates, ayudar a los menos favorecidos
es un buen negocio porque motiva a clientes y empleados a la vez. Esta idea,
denominada capitalismo creativo,
pretende dirigir las fuerzas del mercado y la innovación a satisfacer las
necesidades de los más pobres.
Las anteriores son solo algunos de
los numerosos conceptos, ideas y opiniones, que se han planteado para superar
pobreza. Como hemos visto, las ideas además de ser variadas, son dudosas,
incompletas o, en el mejor de los casos, controvertibles.
En la actualidad, la propuesta mas atractiva y convincente a la superación
de pobreza es la que ofrece Jacqueline Novogratz, Fundadora y Directora de
Acumen Fund. A través de lo que se conoce como capital paciente, Acumen ofrece servicios y productos a más de
cuarenta millones de personas, principalmente en África, Pakistán y Bangladesh.
Fundamentalmente,
Acumen busca financiar emprendedores y empresas que puedan llevar agua potable,
vivienda, educación y servicios de salud a los más pobres, evitando dependencia
en la caridad asistencialista tradicional. Para lograr esto, en vez de entregar
donaciones a organizaciones sociales, Acumen invierte lo que denomina capital paciente en empresas con ánimo
de lucro que ofrecen productos y servicios que transforman las vidas de los más
pobres.
El
Fondo le da gran importancia a identificar soluciones que se originan dentro de
las comunidades en vez de imponerlas desde afuera. Novogratz señala que “la
gente quiere tomar sus propias decisiones y solucionar sus propios problemas.”
Para Novogratz, los más pobres viven y trabajan en una economía política, no
económica. Para ella, la asistencia de arriba hacia abajo (top-down) somete a
la gente y atropella dignidad humana. La dignidad, definida como la posibilidad
de tomar decisiones propias, suele ser atropellada por las soluciones
tradicionales.
Los
mercados por sí solos no pueden solucionar el problema de la pobreza, y la
caridad y la asistencia oficial son insuficientes. El capital paciente de Novogratz es una tercera vía que cierra la
brecha entre la soluciones de mercado y la filantropía pura. El capital paciente se caracteriza por alta
tolerancia al riesgo, un horizonte de largo plazo, flexibilidad hacia las
necesidades de los emprendedores. El capital
paciente nunca está dispuesto a sacrificar el bienestar de los consumidores
en beneficio de los accionistas.
A
través del fondo Acumen, Novogratz ha financiado modelos de negocios que llevan
productos y servicios asequibles a los más excluidos permitiéndoles superar su
situación de pobreza. Estos negocios están transformando la vida de sus
clientes y creando empleo. En el mundo del desarrollo el modelo de Acumen ha
sido considerado como una de las grandes innovaciones de nuestro tiempo.
La
buena noticia es que Acumen ha abierto oficina en nuestro país. Las primeras
inversiones de capital paciente se
están realizando. Jacqueline Novogratz estará en Colombia en los próximo días para
lanzar su primer fondo en Latinoamérica. La apuesta de Acumen representa una
nueva esperanza para más de 15.0 millones de personas en nuestro país que viven
bajo condiciones de pobreza.
La
presencia de Acumen en Colombia es sumarle dignidad a lucha contra el flagelo.