“ Las personas que viven en situación
de pobreza extrema están atrapadas en una dinámica que solo obedece al
imperativo de la subsistencia y de la inmediatez; su existencia se desenvuelve
dentro de una trampa de la cual es muy difícil liberarse. Dentro de ella el
tiempo no es un aliado, las cosas no tienden a mejorar con los días y la
esperanza en ello es abstracta e infinitamente lejana. Las vidas de estas
familias consisten en una amalgama frágil de actividades que generan ingresos
extremadamente bajos, los cuales, además, son inciertos e inconstantes.
Los pobres extremos viven con sus
estómagos medio vacíos, deben saltarse las comidas. La consecuente desnutrición
conduce a deficiencias generales de salud, agregándole aún más vulnerabilidad a
su existencia. Esta dinámica viciosa se extiende más allá de una generación:
mala salud de la madre conduce a bebés malnutridos, quienes empiezan sus vidas
con desventajas fisiológicas y psicológicas, muchas veces irreversibles, en
particular por la severidad de la privaciones desde el nacimiento.
Los niños de esta familias que
asisten a la escuela llegan a esta malnutridos, muchos viven con hambre y se
atrasan en el aprendizaje, lo cual los lleva, no pocas veces, a la deserción
escolar. Eventualmente, estos niños ingresan a la lista de trabajadores no
calificados, carentes de activos y sin educación básica. Así crecen, maduran y
forman familias, perpetuando la trampa de la pobreza extrema.
Por lo general, los beneficios del
crecimiento económico no llegan a los pobres extremos. Estos no tienen competencias
necesarias para un enganche laboral. El Estado es incapaz de garantizar el goce
de sus derechos, el sector privado no genera las oportunidades que requieren, y
las organizaciones sociales no logran llenar los enormes vacíos. Estamos obligados
a encontrar una nueva forma de luchar contra la pobreza extrema.
Un cambio importante es la idea de que
las empresas privadas deben alinear las ganancias sociales con las ganancias
económicas. Esta noción introducida por Bill Gates, el hombre más rico del
mundo, y denominada capitalismo creativo[1],
pretende dirigir la innovación y las fuerzas del mercado a satisfacer las
necesidades de los más vulnerables.
Otro aprendizaje
significativo es la noción de que para superar pobreza extrema necesitamos unir
la eficiencia del sector privado, el músculo financiero y político de los
gobiernos, y la capacidad operativa del sector social. Un buen ejemplo es la
estrategia ZOLIP[2]
implementada por el gobierno nacional ha través de la ANSPE[3]
que consiste en intervenciones intensivas en zonas geográficamente demarcadas.
Lo novedoso de esta estrategia es que es liderada por el actor público local en
alianza con la empresa privada y las organizaciones sociales. La dinámica que
crean estas asociaciones donde convergen las capacidades de los tres sectores permiten
mayor eficacia en la lucha contra la pobreza extrema.
Por otro lado, una nueva ola
de organizaciones sociales en Colombia están llevando soluciones innovadoras en
saneamiento básico, vivienda, dinámica familiar, salud y educación de manera sostenible
a las comunidades más vulnerables. Estas empresas sociales buscan soluciones de
mercado a las problemáticas sociales, lo cual constituye una verdadera
revolución.
Colombia,
registra una alta incidencia de pobreza extrema comparada con otros países de
renta promedio similares – 9.1% según el
DANE – . Para eliminar el flagelo nos
corresponde pensar diferente. El nuevo paradigma nos invita a desvanecer las
fronteras mentales convencionales entre lo público, lo privado y lo social, y
entender que la superación de la pobreza extrema es responsabilidad de todos.
[1] Capitalismo creativo y otros conceptos
como valor compartido, inversión social rentable, filantrocapitalismo, innovación social, emprendimiento social, capital
paciente, inversión de impacto hacen
parten de la misma idea general de
soluciones sostenibles y escalables a injusticias sociales.
[3]
ANSPE - Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema
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