“Nada más poderoso
que un joven hablándole a otro joven.”
Michael Shipler
En Colombia hay más jóvenes
(14-28) que nunca antes en su historia, aproximadamente 13 millones. Los
jóvenes de un país son su fortaleza y su gran oportunidad para crecimiento y
desarrollo. Desafortunadamente, en nuestro país muchos de ellos viven en zonas
marginadas que los expone a riesgos: drogas, alcohol, prostitución, relaciones
sexuales prematuras, embarazo de adolescentes, pandillas, micro tráfico, deserción
escolar, abusos, maltratos y violaciones. Los costos sociales, humanos y
económicos de esta realidad son enormes.
En Colombia, los jóvenes son vistos como víctimas o victimarios de la violencia. Un cambio de mentalidad nos debe llevar a ver a los jóvenes como agentes de cambio positivo en sus comunidades. Sabemos que su participación es esencial para construir cohesión social y prevenir conflictos.
Los jóvenes son nuestros mejores aliados para la paz.
Ante la falta de alternativas, muchos de nuestros jóvenes
terminan reclutados por guerrillas, pandillas o bandas criminales. Se estima
que aproximadamente el 30% de los militantes de estos grupos ilegales son jóvenes.
Así, de ser la esperanza de una Nación, los jóvenes pasan a ser una gran amenaza
a la seguridad y la estabilidad social. Es realmente doloroso porque las
investigaciones sugieren que si crecen en ambientes adecuados, son muy pocos
los jóvenes que toman un camino de violencia e ilegalidad.
Las Naciones Unidas y organizaciones no gubernamentales están
tratando de concientizar a los gobiernos
y a la población en general sobre el rol de los jóvenes en la construcción de
paz y convivencia. Todavía estos esfuerzos son incipientes y no han logrado
incidir de manera importante en la política pública. Aún observamos que la construcción
de paz va por un lado y el desarrollo de jóvenes va por el otro.
Con pocas excepciones, desarrollo de
juventud y paz obedecen a políticas independientes, no coordinadas entre sí.
Esta es una debilidad en el diseño de la política pública. El Estado y las
organizaciones multi laterales con el apoyo del sector privado deben realizar
las inversiones necesarias para que los jóvenes tengan acceso a educación de
calidad y oportunidades para insertarse
en la vida política y económica del país.
Trabajando basados en cooperación y diálogo, jóvenes y
adultos pueden prevenir violencia, extremismo e intolerancia. Si les damos las
herramientas adecuadas, los jóvenes son capaces de liderar transformaciones
realmente milagrosas. Desatando todo el potencial que tienen los jóvenes como
actores de paz, la contribución al fin de la guerra y la violencia puede ser
enorme.
El Artículo 3 del Acta de la Convención Iberoamericana de Derechos de
los Jóvenes compromete a los Estados a formular políticas y
proponer programas que alienten y mantengan de modo permanente la contribución
y el compromiso de los jóvenes con una cultura de paz y el respeto a los
derechos humanos y a la difusión de los valores de la tolerancia y la justicia.
En Colombia, los jóvenes son vistos como víctimas o victimarios de la violencia. Un cambio de mentalidad nos debe llevar a ver a los jóvenes como agentes de cambio positivo en sus comunidades. Sabemos que su participación es esencial para construir cohesión social y prevenir conflictos.
Los jóvenes son nuestros mejores aliados para la paz.
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