“Desde la lógica de la moralidad, del costo
social y de salud pública, no cabe duda que el énfasis de la lucha contra la
violencia debe estar en la prevención, no en la represión.”
En los
primeros 20 días del año se presentaron 54 homicidios en el Área Metropolitana
de Barranquilla (AMB), 37 de ellos en la capital. La población está atemorizada
y no es para menos. De mantenerse el ritmo de homicidios, entraríamos al
selecto grupo de las 20 ciudades más violentas del mundo.
Ante esta realidad,
las autoridades han instalado cámaras en las calles para vigilar a los
ciudadanos, aumentado los efectivos de policías, impuesto toque de queda para menores
de edad en horas nocturnas, prohibido parrilleros en motos después de 10.00
p.m., y limitado horario de venta de licor hasta las 2.00 a.m. Adicionalmente, nuestros
líderes han planteado ampliación de las cárceles actuales para reducir el aberrante
hacinamiento y la construcción de nuevos centros de reclusión para encerrar a más
delincuentes. No hay duda, los políticos están trabajando para reestablecer el orden
y la seguridad.
A los ciudadanos nos corresponde preguntarnos
si estas medidas son adecuadas y suficientes para enfrentar el crimen. Para
responder esta pregunta, primero necesitamos saber cuáles son las causas de la
violencia. Investigaciones de la OMS[1] revelan
que las siete principales causas son: baja auto estima, consumo de alcohol y
drogas, excesivo sentido de posesión, presiones sociales, baja capacidad de comunicación,
daño al ego, y retaliación. Desde esta perspectiva, las soluciones propuestas por
las autoridades no parecen estar debidamente alineadas con las causas.
El Estado tiene la obligación de proteger
la vida, honra y bienes de los ciudadanos, y las medidas de control y
vigilancia son necesarias, pero llama la atención el poco interés en atacar las
causas del flagelo. Es decir, si queremos reducir los altos niveles de
violencia, debemos necesariamente trabajar en sus causas. Es lo que recomiendan
los estudios desarrollados por la OMS.
Desde la lógica de la moralidad, del costo
social y de salud pública, no cabe duda que el énfasis de la lucha contra la
violencia debe estar en la prevención, no en la represión. Es esencial que
nuestras niñas y niños, en especial los más vulnerables, desarrollen lo que se
conoce como Habilidades Para la Vida
(HPLV), para atacar la fuente misma de la violencia. Las HPLV propuestas
por OMS son: auto conocimiento, empatía, manejo de emociones, comunicación
asertiva, toma de decisiones, manejo de conflictos, pensamiento creativo,
pensamiento crítico, resiliencia y manejo de tensiones. La educación básica se
concentra en enseñar matemáticas, ciencias y lenguaje, y en el desempeño en las
pruebas SABER. Sin embargo, son las habilidades sociales y emocionales las que
permiten prevenir fenómenos a los cuáles están expuestos nuestros niñas, niños
y jóvenes todos los días, tales como la pandilla, la prostitución, el micro tráfico,
el maltrato, el embarazo adolescente, y otros fenómenos.
El desarrollo de HPLV se da de diferentes
maneras, generalmente la innovación social juega un papel importante. Una manera
es a través del deporte. Estas habilidades socio emocionales también se desarrollan
a través del baile, la música, el teatro, y demás manifestaciones artísticas.
Pero hay que tener en cuenta que la sola práctica de estas actividades no
asegura el desarrollo de HLV, deben ir acompañadas por currículos desarrollados
técnicamente y mentores debidamente capacitados.
La primera causa de muerte de adolescentes
en Colombia es la violencia. Las medidas represivas son fáciles de implementar
y pueden traer alivio temporal, pero la verdadera solución radica en educar
debidamente a nuestras niñas, niños y adolescentes. Está claro que los tiempos
de la política son distintos a los del desarrollo, pero jamás tendremos un Área
Metropolitana donde impere la tolerancia y la convivencia pacífica si no le
damos a la prevención la importancia que merece.
Las Habilidades
Para la Vida son el Antídoto de la Violencia.
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