“…la criminalidad es el reflejo
del tejido social de una ciudad.”
Seguridad ciudadana
es la ausencia de delitos y agresiones contra las personas de una ciudad y sus bienes. La convivencia, la
no violencia, y la utilización pacífica de espacios públicos son valores que se desarrollan mediante
un trabajo coordinado del Estado con organizaciones sociales,
entidades privadas y población civil. Desafortunadamente, en muchas ciudades
colombianas los asesinatos y hurtos son factor de permanente zozobra. Los
homicidios y atracos son motivos de preocupación para los mandatarios. Para los
ciudadanos significan miedo, sufrimiento, desesperanza y dolor.
Aun cuando la inseguridad
golpea a todas las clases sociales, son los pobres y vulnerables los más afectados
por el flagelo. A diferencia de los ricos, los desposeídos no tienen medios
para defenderse. La violencia erosiona el capital social de los más pobres,
detiene la movilidad social, y atropella directamente el futuro de niñas, niños
y jóvenes vulnerables.
Para combatir la
inseguridad, algunos Alcaldes han restringido la circulación de motos con
parrillero en las ciudades, instalado sistemas de video vigilancia y
aumentado la presencia de policías y ejército en calles y parques. Los políticos
prefieren medidas represivas porque satisfacen rápidamente las quejas de los
pobladores. Los electores quieren soluciones inmediatas y piden más policías
para neutralizar a los criminales. Sin embargo, no siempre entienden que el
costo de reprimir es mucho mayor que el costo de prevenir, y que las políticas
orientadas exclusivamente a represión y disuasión son inefectivas en el largo plazo.
No se trata de caer en
la discusión entre represión y prevención, sino de armonizar los esfuerzos
represivos con los preventivos. Los esfuerzos preventivos son más exigentes y
trabajosos; ellos demandan conocimientos técnicos e implican rigor
metodológico. Generalmente, se empieza por un diagnóstico participativo para
entender las causas de la criminalidad. Seguidamente, se construye un plan integral
de seguridad ciudadana que defina prioridades y formule estrategias articuladas
de prevención. Los planes preventivos más exitosos son diseñados con organizaciones
especializadas de la sociedad civil, aquellas que trabajan en las comunidades y
conocen las problemáticas de cerca.
Los programas de
prevención tienen muchas ventajas: a) promueven la solidaridad, la
participación ciudadana, el buen gobierno y las buenas instituciones democráticas,
b) permiten la asociación de actores claves como líderes comunitarios, universidades,
organizaciones sociales y redes de innovación social, c) ahorran dineros
públicos (costo de represión vs. prevención es 6 a 1 en el largo plazo según
estudios recientes ONUDC[1]),
d) trabajan la resocialización de delincuentes, e) priorizan servicios sociales a los más vulnerables, y f)
desarrollan el empoderamiento comunitario.
Los buenos resultados en
seguridad ciudadana se logran cuando hay coherencia entre los programas de
prevención y la política social. Aunque algunos se resistan a reconocerlo, la
criminalidad es un reflejo del tejido social de una ciudad. Prevención
significa atacar las causas estructurales que generan vulnerabilidad, articulando
adecuadamente las políticas sociales, económicas y urbanas para generar mayores
oportunidades de educación y trabajo para los más excluidos. De lo contrario, ocurre
lo que vemos hoy en muchas de nuestras capitales: dispersión, fragmentación, descoordinación, y
por tanto, bajo impacto de las políticas públicas.
La represión solo ataca
los síntomas del crimen; la prevención ataca las causas. Infortunadamente, la
prevención tiene enemigos, el mayor de ellos es la reticencia de los políticos a
invertir en el largo plazo. A ellos hay que explicarles lo que una vez dijo el célebre
estadista norteamericano Benjamín Franklin, “una onza de prevención vale más que
una libra de cura.”
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