domingo, 25 de diciembre de 2016

El Gran Reto de Barranquilla

  
         El Índice de Progreso Social (IPS) es una herramienta que permite medir el desempeño de las ciudades en tres dimensiones fundamentales: Necesidades Básicas (agua, nutrición, salud, vivienda, seguridad), Bienestar (comunicaciones, acceso a conocimientos básicos, sostenibilidad ambiental), y Oportunidades (acceso a educación superior, derechos personales, tolerancia y respeto). El IPS es muy útil porque propone una visión integral del bienestar y facilita la evaluación de impacto de programas sociales, elementos fundamentales para mejorar la vida de la gente, en particular de los más desfavorecidos. Además, este índice nos reduce la dependencia en el crecimiento económico como indicador de preferencia, el cual “es notoriamente silencioso en cuanto a quién recibe qué,” como señala el Nobel Angus Deaton.

         En el reciente informe de Progreso Social, Barranquilla ocupó un decepcionante séptimo lugar (60.1[1]: nivel medio bajo) entre las 10 ciudades más importantes de Colombia. La acompaña en ese penoso nivel la ciudad de Ibagué (61.6). Barranquilla e Ibagué son superadas por ciudades de mucho mejor desempeño: Manizales (75.5), Bucaramanga (72.9), Medellín (72.6), Bogotá (70.3), y Pereira (66.6). Por debajo de Barranquilla en los últimos lugares del ranking están Cali (54.3), Cartagena (53.6) y Valledupar (52.2).

         Barranquilla registra bajo desempeño (9º lugar entre 10 ciudades) en la dimensión de Fundamentos de Bienestar, particularmente en sostenibilidad ambiental (transporte público) y comunicaciones. En relación a otras ciudades, la capital del Atlántico también presenta desventajas importantes en la dimensión de Necesidades Humanas Básicas (7º lugar), que incluye factores como cuidados médicos, vivienda y servicios públicos. La ciudad se ubica mejor en la dimensión de Oportunidades (5º lugar). Dentro de esta dimensión el puntaje fue alto en derechos personales, pero las cifras reflejaron baja tolerancia e inclusión y pocas oportunidades de acceso a educación superior.

         Todos sabemos del gran potencial que tiene Barranquilla en virtud de su gente extraordinaria, su riqueza cultural, su población joven y su extraordinaria posición geográfica. Nadie duda que la ciudad podría emerger como un centro de negocios de clase mundial con énfasis en logística y transporte multimodal, dando lugar a crecimiento económico sin precedentes; más aún si se le suma el perfeccionamiento de una industria cultural y turística alrededor del Carnaval de Barranquilla, Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

         Pero aún si se lograran avances en lo económico, el gran reto de Barranquilla seguirá siendo el desarrollo social. Debemos trabajar por un crecimiento que incluya a aquellos históricamente olvidados. Para mejorar la vida de la gente se requieren gobiernos limpios y transparentes, buenas políticas públicas, adecuada articulación inter sectorial y una clara visión de futuro.

Las ciudades que avanzan positivamente en desarrollo son solo aquellas que logran construir una sólida estrategia de largo plazo y una alianza armoniosa entre los sectores público, social y privado para realizarla. Para la muestra: Medellín, Bucaramanga y Manizales.

Es mucho el trabajo que tenemos por delante en Barranquilla, Valledupar y Cartagena para dejar atrás el atraso y entrar al grupo de ciudades prósperas. Mientras tanto, de acuerdo al IPS, la realidad es un indecoroso subdesarrollo, y para los ciudadanos más desposeídos un panorama de violación de derechos e inmovilidad social.



[1] Índice de Progreso Social tiene una escala de 0 a 100 puntos; donde 100 corresponde a la calificación que una ciudad podría lograr si obtiene la puntuación más alta posible en todos los indicadores, y 0 a la puntuación más baja posible en todos los indicadores.

sábado, 3 de diciembre de 2016

El Cuarto Sector



            Durante el siglo XX, en la mayoría de países se consolidó el modelo de bienestar tri-sectorial con roles muy claros: fundamentalmente, el sector privado genera la riqueza, el sector social provee servicios de solidaridad y cohesión, y el sector público garantiza seguridad y bienestar social vía políticas re distributivas. Por décadas el debate se ha centrado en el tamaño del Estado y la libertad del Mercado, manteniendo el crecimiento de la economía como eje central para el desarrollo. Este modelo ha empezado a ser verdaderamente cuestionado.

No es para menos, la organización económica y social actual no ha resuelto los problemas humanos. Si bien hemos visto crecimiento económico y progreso científico sin precedentes, los beneficios de estos han estado exageradamente concentrados. Cientos de millones de personas han quedado atrás totalmente excluidos del desarrollo. Las amplias brechas entre ricos y pobres, la violencia entre humanos (la barbarie en Siria, es un ejemplo), y la destrucción del medio ambiente (inc. calentamiento global) se han convertido en verdaderas amenazas al bienestar y a la sostenibilidad de la especie.

En vista de esta realidad, los gobiernos han empezado a reconocer que no son capaces de garantizar el goce efectivo de los derechos de los ciudadanos, y que deben aliarse con organizaciones no gubernamentales para adelantar sus propósitos. Las empresas privadas, por su lado, han empezado a aceptar que sus obligaciones van más allá del rendimiento financiero y que deben asumir responsabilidades sociales y ambientales.  Entretanto, las organizaciones sociales están entendiendo que deben transformarse hacia modelos innovadores y costo eficientes con fuentes propias de generación de ingresos, buscando la auto sostenibilidad.

En medio de esa fusión de roles se han empezado a crear empresas con objetivos sociales (o ambientales) que utilizan fuerzas del mercado para alcanzarlos. Son empresas progresistas que ven más allá del enfoque tri-sectorial. Se llaman empresas sociales y proponen un nuevo tipo de organización. Ellas incorporan características de los tres sectores: son eficientes, sostenibles e innovadoras como el sector privado, persiguen bienestar a gran escala como el Estado, y construyen soluciones desde la base como el sector social.

Las empresas sociales vienen en diferentes formas y estilos, pueden ser con o sin ánimo de lucro, pero todas están comprometidas con encontrar fórmulas diferentes para superar los problemas de siempre. Estas empresas utilizan prácticas de negocios para obtener logros sociales. Para ellas la innovación es el motor, y el mercado el medio para alcanzar un nuevo equilibrio social y/o ambiental.

Los emprendedores sociales saben que, si bien La caridad tradicional es importante y salva vidas en momentos de crisis humanitarias, esta solo trata los síntomas, no resuelve los problemas de fondo. También saben que los gobiernos suelen ser lentos, excesivamente burocráticos, ineficientes y muchas veces corruptos, y que la empresa privada en su codicia es capaz de llevar a la humanidad a crisis devastadoras.

Podemos empezar a reemplazar el trasnochado debate de cuánto Estado y cuánto mercado, por un verdadero “apretón de manos.” Empresas basadas en la innovación social y respaldadas por ciudadanos cada día más conscientes e informados, están cambiando el mundo, derribando barreras entre lo público, lo privado y lo social. Fondos de inversión privada, filántropos y gobiernos están destinando enormes capitales a esta nueva clase de organización, impulsando así la consolidación del Cuarto Sector.


Un Cuarto Sector cuyas empresas sociales y ambientales significan nada menos que la nueva esperanza de la humanidad.