sábado, 30 de mayo de 2015

Aprendizajes en la Lucha Contra la Pobreza Extrema


             Las personas que viven en situación de pobreza extrema están atrapadas en una dinámica que solo obedece al imperativo de la subsistencia y de la inmediatez; su existencia se desenvuelve dentro de una trampa de la cual es muy difícil liberarse. Dentro de ella el tiempo no es un aliado, las cosas no tienden a mejorar con los días y la esperanza en ello es abstracta e infinitamente lejana. Las vidas de estas familias consisten en una amalgama frágil de actividades que generan ingresos extremadamente bajos, los cuales, además, son inciertos e inconstantes.

            Los pobres extremos viven con sus estómagos medio vacíos, deben saltarse las comidas. La consecuente desnutrición conduce a deficiencias generales de salud, agregándole aún más vulnerabilidad a su existencia. Esta dinámica viciosa se extiende más allá de una generación: mala salud de la madre conduce a bebés malnutridos, quienes empiezan sus vidas con desventajas fisiológicas y psicológicas, muchas veces irreversibles, en particular por la severidad de la privaciones desde el nacimiento.
            Los niños de esta familias que asisten a la escuela llegan a esta malnutridos, muchos viven con hambre y se atrasan en el aprendizaje, lo cual los lleva, no pocas veces, a la deserción escolar. Eventualmente, estos niños ingresan a la lista de trabajadores no calificados, carentes de activos y sin educación básica. Así crecen, maduran y forman familias, perpetuando la trampa de la pobreza extrema.
            Por lo general, los beneficios del crecimiento económico no llegan a los pobres extremos. Estos no tienen competencias necesarias para un enganche laboral. El Estado es incapaz de garantizar el goce de sus derechos, el sector privado no genera las oportunidades que requieren, y las organizaciones sociales no logran llenar los enormes vacíos. Estamos obligados a encontrar una nueva forma de luchar contra la pobreza extrema.
            Un cambio importante es la idea de que las empresas privadas deben alinear las ganancias sociales con las ganancias económicas. Esta noción introducida por Bill Gates, el hombre más rico del mundo, y denominada capitalismo creativo[1], pretende dirigir la innovación y las fuerzas del mercado a satisfacer las necesidades de los más vulnerables.
            Otro aprendizaje significativo es la noción de que para superar pobreza extrema necesitamos unir la eficiencia del sector privado, el músculo financiero y político de los gobiernos, y la capacidad operativa del sector social. Un buen ejemplo es la estrategia ZOLIP[2] implementada por el gobierno nacional ha través de la ANSPE[3] que consiste en intervenciones intensivas en zonas geográficamente demarcadas. Lo novedoso de esta estrategia es que es liderada por el actor público local en alianza con la empresa privada y las organizaciones sociales. La dinámica que crean estas asociaciones donde convergen las capacidades de los tres sectores permiten mayor eficacia en la lucha contra la pobreza extrema.
                        Por otro lado, una nueva ola de organizaciones sociales en Colombia están llevando soluciones innovadoras en saneamiento básico, vivienda, dinámica familiar, salud y educación de manera sostenible a las comunidades más vulnerables. Estas empresas sociales buscan soluciones de mercado a las problemáticas sociales, lo cual constituye una verdadera revolución.
            Colombia, registra una alta incidencia de pobreza extrema comparada con otros países de renta promedio similares  – 9.1% según el DANE – . Para eliminar el flagelo nos corresponde pensar diferente. El nuevo paradigma nos invita a desvanecer las fronteras mentales convencionales entre lo público, lo privado y lo social, y entender que la superación de la pobreza extrema es responsabilidad de todos.



[1] Capitalismo creativo y otros conceptos como valor compartido, inversión social rentable, filantrocapitalismo, innovación social, emprendimiento social, capital paciente, inversión de impacto hacen parten de la misma idea  general de soluciones sostenibles y escalables a injusticias sociales.

[2] ZOLIP – Zona Libre de Pobreza Extrema
[3] ANSPE - Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema

domingo, 17 de mayo de 2015

Respeto, Paciencia, Dignidad


            Las mejores empresas sociales tienen una misión clara y unas estrategias efectivas para alcanzar sus metas. También tienen muy claros sus principios y valores. Entre estos, hay tres que no pueden faltar: respeto, paciencia y dignidad.

            El respeto es la consideración, aprecio y reconocimiento que se tiene por una persona, organización o idea. Desde el punto de vista práctico, tener respeto es incluir a los participantes en el diseño, creación, y desarrollo de los proyectos. Respetar es co-crear soluciones desde la base con los participantes, no imponerlas desde arriba.  No se trata de entregar soluciones mágicas a los problemas, sino de lograr que se desate el gran potencial humano que los pueda resolver.

            Todo proyecto debe integrar a los miembros de la comunidad y estimular su participación activa. Los buenos proyectos integran la cultura comunitaria, sus propias historias, reglas y hábitos. Para este propósito es fundamental conocer a la gente, sus intereses y anhelos, y entender las relaciones que existen entre sus diferentes actores.

            Paciencia es la actitud que permite soportar contratiempos y dificultades para alcanzar una meta. Paciencia también es perseverancia. Las organizaciones sociales saben que toma tiempo alcanzar logros definitivos y sostenibles. El desarrollo social es una carrera de larga distancia, no un sprint. Nos corresponde tener paciencia, consistencia y convicción para lograr verdadero cambio social. Los ciclos y dinámicas políticas suelen tener tiempos más cortos, por lo cual no siempre los políticos se alinean con las soluciones de fondo, como sí lo pueden hacer las empresas sociales.

            La dignidad es la estima que tiene una persona de sí mismo y que merecen tener todas las personas. Este valor es fundamental para las empresas sociales porque les permite orientar su trabajo a resolver las causas de los problemas, no solo al alivio de los síntomas. La idea es encontrar soluciones que liberen a las personas de dependencia asistencialista, la cual indigna y humilla.

            Empleando los valores de respeto, paciencia y dignidad las empresas sociales tienen mayores posibilidades de llenar los vacíos que dejan los gobiernos y las empresas privadas en su afán de construir sociedades más incluyentes y menos desiguales.